Francisco Castejón
El Parlamento Europeo ha declarado recientemente la Emergencia Climática. ¿Se ha contagiado el Parlamento del ecologismo más alarmista? Pues no, se puede decir que las evidencias científicas de que el calentamiento global avanza se acumulan y son rotundas. El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), formado por más de 3500 científicos independientes de todo el mundo, ha puesto de manifiesto en sus informes que la situación es peor y más urgente de lo que pensaba: el cambio climático avanza más deprisa de lo que se creía y los fenómenos que lo acelerarían en cascada ocurriría con un aumento de temperatura de más de 1,5ºC, no de 2ºC. Los últimos informes del IPCC, emitidos hace un par de meses, analizan también el efecto del cambio climático sobre los océanos, mostrando las mismas conclusiones que para las tierras, con el agravante de que el principal sumidero de CO2 son las aguas. Asimismo estos informes afirman que el origen de estos cambios son justo las emisiones de gases de invernadero de origen humano. El 75% de estas emisiones proceden del sector energético y el otro 25% se debe a otras actividades como la agricultura y la ganadería.
El cambio climático tendrá un impacto enorme sobre el planeta, si no lo evitamos. Nuestras vidas se podrían ver severamente afectadas: aumento de fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor, huracanes, gotas frías, etc.; aumento del nivel del mar con el desplazamiento forzoso de millones de personas y la desaparición de los deltas de los ríos; disminución de las precipitaciones con el consiguiente aumento de las sequías y la escasez de alimentos; extensión de enfermedades como la malaria; cambios en los ecosistemas que conllevarán la extinción de especies… Una verdadera amenaza global.
Ante estos hechos y amenazas es claro que hay que tomar medidas. Y éstas son evidentes: hay que disminuir las emisiones de GEI lo antes posible para reducir su concentración atmosférica a niveles preindustriales. Sin embargo, tenemos un sistema energético y productivo que depende de la quema de combustibles fósiles en un 80% y son precisos, por tanto, cambios profundos. En primer lugar debemos tomar conciencia de que nuestro nivel de consumo es insostenible y de que el primer paso es introducir un consumo responsable. A continuación es necesario sustituir las energías fósiles por renovables que no emiten GEI y que tienen un bajo impacto ambiental. El Acuerdo de París pedía a las partes una reducción de emisiones de GEI suficiente para garantizar que no aumente de temperatura más de 1,5º, y la COP25 era un intento de sustanciar las propuestas de reducción de emisiones y, además, del establecimiento de un mercado de CO2 a nivel mundial que implique una penalización económica a quien no reduzca emisiones. Ninguno de los dos objetivos han sido alcanzados en la reunión de Madrid, que ha fracasado.
Dada la situación de emergencia climática reconocida por el Parlamento Europeo, es difícil de aceptar esta inacción por parte de los poderes políticos. Se imponen los deseos de las grandes compañías energéticas de seguir obteniendo beneficios de la quema de combustible fósiles y de algunos estados, como EEUU, China o India que se niegan a dejar de quemar su carbón y su petróleo. La UE ha tenido la postura más avanzada a nivel internacional con la propuesta de un “Green new deal” por parte de la Comisión Europea, que está por ver si será aceptado por el Consejo. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que Polonia se opone a reducir emisiones y alcanzar una neutralidad en carbono para 2050. Como instrumentos propuestos para influir internacionalmente en la reducción de emisiones, la Comisión propone introducir un arancel que grave las emisiones de GEI de los artículos importados y exigir a los países con los que negocie que cumplan el acuerdo de París.
Los ciudadanos tenemos que seguir haciendo presión sobre los poderes públicos para que impulsen un cambio de paradigma energético y tomen las medidas apropiadas que van desde la ordenación del territorio a impulsar una economía circular, pasando por la rehabilitación energética de las viviendas. Es preciso un cambio civilizatorio, educacional y de valores.