Nahir Subelzú
Activista y voluntaria en Acción en Red Madrid
El pasado 24 de octubre se conmemoraba el Día Mundial de las Personas Sin Hogar con la finalidad de concienciar sobre la situación de un colectivo tan vulnerable como olvidado. En el marco de esta celebración, el Ayuntamiento de Madrid lanzó la primera campaña de sensibilización sobre este problema que atañe a toda la sociedad. Sí, lo que lees, la PRIMERA campaña de sensibilización sobre el sinhogarismo.
La exclusión social es una situación por la cual las personas se ven fuera de la vida comunitaria, económica y cultural de la sociedad a la que pertenecen. Las personas en situación de sinhogarismo son el ejemplo más extremo de la exclusión.
Que en el año 2024 se haya conseguido por vez primera lanzar una campaña tan necesaria, nos habla del olvido y la indiferencia con que la sociedad en general trata a estas personas.
Vivir en la calle estigmatiza: La percepción social que hay sobre las personas sin hogar suele responder a estereotipos y prejuicios.
Las personas que viven en estricta situación de calle sufren una soledad total. Resulta paradójico que aquellos que están las veinticuatro horas del día expuestos a los ojos del viandante, estén tan completamente aislados del resto de la población. Por norma general, solo se relacionan con otras personas en su misma situación o con trabajadores de las instituciones: policía, personal de limpieza, trabajadores sociales, personal médico, etc. La sociedad los considera extraños, ajenos, siempre son “los otros” y sin embargo podríamos ser cualquiera de nosotros si tuviésemos que atravesar por sus mismos procesos vitales y sus circunstancias. Su situación no es más que el resultado de una serie de eventos, la mayoría de las veces azarosos, de dinámicas sociales desfavorecedoras y del abandono por parte del sistema y las instituciones.
Las personas que viven en situación de sinhogarismo no son como la gente cree. Sus vidas están siempre atravesadas por el estigma y los prejuicios. El estigma hacia ellas está presente en nuestra sociedad a través de numerosas actitudes individuales como son la invisibilización, el deseo de distancia o el uso de un vocabulario despectivo para nombrarlas, pero también se manifiesta en una esfera más comunitaria a través de un trato discriminatorio en medios de comunicación o en la falta de estudios o datos estadísticos de calidad que permitan calibrar el problema y avanzar en la búsqueda de soluciones eficaces.
Deberíamos tener claro que cuando hablamos de personas en situación de calle hablamos de individuos; son individuos con circunstancias muy diversas que sin embargo suelen ser considerados como un todo: el colectivo de las personas sin hogar, sin tener en cuenta las enormes diferencias que existen entre unas y otras: edad, género, procedencia, nivel de estudios, problemas de salud, situación laboral, aspiraciones, necesidades, gustos personales y un largo etcétera. Sucede entonces que cuando colectivizamos y simplificamos haciendo referencia a ellas como si de un grupo homogéneo se tratase, lo que provocamos es la invisibilización, la infantilización y banalización de una de las situaciones más duras a las que puede enfrentarse el ser humano.
Una problemática compleja que requiere de soluciones adaptadas a la individualidad
Las causas por las que una persona puede verse en situación de calle son diversas y complejas, y abarcan una amplia serie de factores:
Factores estructurales: dificultades de acceso a la vivienda o pérdida de la misma, situación económica del país, desempleo, etc.
Factores institucionales: ausencia de coordinación en las políticas públicas, ayuda pública deficiente, etc.
Factores relacionales/sociales: ruptura de la red social, separación de su comunidad habitual, una sociedad excluyente, etc.
Y factores personales: mala situación familiar, adicciones, enfermedades mentales o físicas, etc.
A cada uno de los factores anteriormente expuestos les llamamos “sucesos vitales estresantes”. Los estudios indican que las personas en situación de calle han sufrido tres o cuatro de estos sucesos en periodos cortos de tiempo: uno o dos años. Esto supone que en muchas ocasiones las personas no han sido capaces de recuperarse de un golpe cuando ya tienen que enfrentarse a otro, y a otro… Otro dato esclarecedor y a la vez preocupante es que el 50% había sufrido hasta cuatro sucesos vitales estresantes en la infancia, y que muchas veces estos sucesos están relacionados a la violencia y los abusos.
La complejidad y diversidad de situaciones requiere que las administraciones hayan tenido que ir adaptando su trabajo para poder abordar la búsqueda de soluciones enfocándose en las personas y sus individualidades. En la actualidad, desde el Departamento de Prevención del Sinhogarismo y Atención a las Personas sin Hogar del Ayuntamiento de Madrid se trabaja en ese sentido y, aunque los recursos son insuficientes, se ha desarrollado un plan de actuación, “Estrategia Dignitas”, y se han ido consiguiendo algunos logros. La campaña de sensibilización con la que iniciaba este artículo es prueba de ello.
Vivir en la calle: Exposición a la violencia y pérdida de derechos
Por si tener que vivir en la calle fuera poco, por si no bastara con vivir sin ninguna intimidad, a la vista de todos, sin los más mínimos recursos necesarios para una vida digna y sufriendo la invisibilización y el estigma, vivir en la calle supone una exposición constante a la violencia.
El 47% de las personas en situación de sinhogarismo han sufrido algún delito de odio en la calle. Dichos episodios suelen suceder por la noche y en los lugares donde duermen. Este porcentaje sube hasta un 60% en el caso de las mujeres y en su caso, además, muchos de esos delitos son agresiones sexuales y violaciones.
Por otro lado, es necesario destacar que casi el 90% de estos delitos no se denuncian, ya sea por miedo a represalias o por pérdida de confianza en el sistema. Y un dato aún más espeluznante, que debería hacernos reflexionar como sociedad, es que en el 70% de los casos en que una persona que vive en calle es agredida, los testigos no intervienen.
Nunca podemos perder de vista que, por regla general, las personas sin hogar solo han recibido violencia y desprecio en múltiples formas. Viven con miedo al rechazo y al fracaso y esto les hace especialmente vulnerables.
A todo ello hay que añadir la pérdida de derechos, desde los más básicos como el derecho a la intimidad, a la vivienda, a la educación o la salud hasta el derecho al voto, a las prestaciones sociales o a las ayudas económicas que en muchos casos por desconocimiento, por falta de asesoramiento o ayuda para obtener la documentación necesaria, resultan inaccesibles para todas estas personas. Sin dejar de considerar, por supuesto, que la financiación destinada a la solución de esta problemática siempre queda por debajo de lo necesario.
Vivir en la calle supone un deterioro importante en la salud física y mental
Cuando decimos que la calle mata no es una exageración, es la constatación de una cruda realidad que pasa delante de nuestros ojos y que rara vez percibimos. La esperanza de vida para las personas sin hogar puede reducirse entre 20 y 30 años, según diferentes estudios. Asimismo los datos nos dicen que el 30% de las personas en situación de calle sufren enfermedades graves, que el 31% ha intentado suicidarse en alguna ocasión y que en el caso de las mujeres ese porcentaje asciende al 49%.
La prevalencia de problemas de salud mental en la población normalizada asciende al 15%. En el caso de las personas sin hogar sube hasta un 67%. Y es que cuando la trayectoria en calle se extiende en el tiempo, las probabilidades de desarrollar algún tipo de enfermedad mental se multiplican. A su vez, las personas con algún problema de salud mental tienen más probabilidades de llegar a una situación de pobreza y exclusión social.
Algunos datos para combatir los prejuicios
Llegados a este punto, consideramos que es imprescindible abordar como sociedad la lucha contra los prejuicios y el estigma. Superar esos prejuicios ayudará a visibilizar el problema y a darle la importancia que merece. Solo haciéndonos todos y todas conscientes de que las personas sin hogar son, simplemente, PERSONAS, estaremos preparados para luchar por sus derechos. Y como la mejor manera de combatir los prejuicios es con datos, aquí dejamos algunos muy reveladores:
- El 86% de las personas que viven en situación de sinhogarismo no consume alcohol o lo hace de forma moderada.
- El 62% nunca ha consumido drogas
- El 15% tiene estudios superiores
- El 31% trabaja, pero no puede acceder a una vivienda
¿Pero es verdad que hay quienes quieren vivir en la calle?
La respuesta es un NO rotundo. Nadie vive en la calle por decisión propia. Cierto es que hay quienes rechazan la oferta de un recurso, pero es que a veces las circunstancias son más complejas de lo que desde afuera pensamos. Hay muchas razones por las cuales alguien que vive en situación de calle puede rechazar una solución habitacional:
- Porque no son espacios íntimos donde poder disfrutar de una vida “normal”.
- En muchos casos sólo ofrecen un lugar donde dormir en dormitorios colectivos.
- Porque la mayoría no permiten el acceso con animales.
- Segregan por sexo, por lo que no puedes dormir con tu pareja o un familiar.
- Hay que adaptarse a un reglamento y unos horarios, a veces muy estrictos.
- Suelen estar alejados del centro por lo que es más complicado acceder a ellos para hacer el resto de tu vida.
Programa de voluntariado contra la exclusión social de Acción en Red Madrid
El grupo de lucha contra la exclusión social de Acción en Red trabajamos en el acompañamiento y atención a personas en situación de calle, en la zona centro de la ciudad de Madrid, desde hace más de 25 años. El programa de voluntariado exige una formación constante que consideramos imprescindible para conocer la situación, los recursos, los estudios y las experiencias de otras entidades afines. Este conocimiento nos permite evaluar nuestro trabajo, adaptarnos a las necesidades, adecuar nuestra actuación a los protocolos de las instituciones e implementar continuamente planes de mejora.
Nuestra intervención consiste en dos ejes: las rutas (eje principal) y el programa Recrea.
La experiencia y los datos obtenidos en estas dos actividades, especialmente en las rutas, se vuelcan después en los grupos de trabajo organizados desde el Departamento de Prevención del Sinhogarismo y Atención a las Personas sin Hogar en los que nos integramos con otras entidades y en los que participamos activamente.
No salvamos vidas, no está en nuestras manos. Y tampoco hacemos caridad.
El objetivo de las rutas es principalmente acercarnos a las personas que viven en situación de calle y hablar con ellas, sobre todo escuchar activamente y compartir un rato como lo haríamos con cualquier otro vecino con el que nos encontráramos una mañana de camino al mercado, construir un vínculo que rompa la separación entre el “ellos” y el “nosotros”.
El acercamiento es siempre de forma horizontal. No repartimos comida ni abrigo. Es verdad que ofrecemos un café o una taza de caldo, pero no es un fin en sí mismo, sino una mera herramienta de acercamiento amable. No hacemos rutas para salvar la vida a nadie, no tenemos esa capacidad y creerlo solo conduciría a la frustración.
Escuchar con la mente abierta y sin hacer juicios de valor, ni pasarlo por el filtro de nuestras vidas normalizadas es importante para las personas a las que acompañamos y también para nuestro propio cuidado.
Enfocamos el voluntariado desde la humildad y la consciencia de que salimos a la calle principalmente para que las personas a las que acompañamos, durante un rato, se sientan vistas y escuchadas. Conseguirlo, ya es un logro en sí mismo, porque, como decíamos anteriormente, las personas sin hogar, en su mayoría, sólo se relacionan con otras personas sin hogar, y esa falta de contacto con el resto de la población las excluye aún más. Es en estos aspectos donde cobran importancia los cuidados como sociedad: en cómo tratamos a los eslabones más débiles.
Además, como añadido, complementamos este enfoque intentando ayudar de forma práctica: facilitando información acerca de los servicios del Ayuntamiento, explicando cómo y a qué distintos recursos se puede acceder o con quién se debe contactar para ello.
A veces nuestro trabajo no da frutos más allá de ofrecer un rato de compañía y conversación, que ya es mucho, pues las personas lo agradecen especialmente. Otras veces nuestra labor sirve de enlace para que las personas en situación de calle confíen en los equipos de la red municipal y accedan a un acercamiento a las instituciones. Es un primer paso muy importante en la búsqueda de soluciones a cada caso y es para nosotras una gran satisfacción cuando conseguimos, a través de nuestra actuación, alguna mejora en la vida de estas personas. Ofrecemos además información actualizada y constante a las instituciones y estamos en permanente contacto haciendo seguimiento de los casos más vulnerables.
El programa RECREA es la otra vertiente de este voluntariado. Se trata de un proyecto más joven y con mucho camino por delante que llevamos a cabo con otras entidades: Solidarios para el Desarrollo. Es una propuesta que reivindica la necesidad de las personas de acceder a un ocio de calidad, dándole a este la importancia que tiene y utilizándolo como herramienta de inclusión.
Porque el ocio compartido es una de las mejores maneras de socializar y relacionarnos. Poder disfrutar del ocio en un espacio normalizado, asistir al teatro, a una visita guiada, a un museo, a un concierto, dignifica, empodera y favorece la integración. Es un proyecto dirigido, en principio, a personas que están en recursos de la red de atención. Un grupo habitual de voluntarios y de usuarios de la red se reúnen una o dos veces al mes para compartir una actividad previamente acordada, como un grupo de amigos que quedan para disfrutar juntos, sin más, sin distinciones entre voluntarios y usuarios de la red.
Mi nombre es Nahir y llegué al grupo de lucha contra la exclusión de Acción en Red hace ya algunos años. Venía cargada de buenas intenciones y con ganas de aportar algo positivo a la sociedad en la que vivo, pero también llena de ideas preconcebidas y prejuicios, porque, seamos sinceros, nadie está libre de prejuicios. En la lucha por erradicarlos, de mí misma y de la comunidad a la que pertenezco, sigo intentando profundizar. En estos años, gracias a mis compañeras de equipo, he aprendido a mirar a la ciudad con otros ojos. He comprendido que la lucha por los derechos de las personas es la única herramienta que nos permitirá crear una sociedad más justa y que esta nunca será posible si dejamos a nuestros semejantes atrás. Porque una persona en situación sin hogar es una PERSONA. Igual que yo. Igual que tú.
Agradecimientos: Marian Bardal y Pablo Javalones que colaboraron activamente en la documentación y elaboración de este artículo. A todas las voluntarias y voluntarios del colectivo contra la exclusión social de Acción en Red Madrid por su incansable labor y su entrega infinita.