Fernando Cerezal
Miembro de Acción en Red
Introducción
“Recuérdalo tú, recuérdalo a otros” (Cernuda) es como un mandato que nos obliga a seguir defendiendo los valores democráticos y a seguir denunciando la represión franquista. Es decir, hacer de la memoria histórica un baluarte de la defensa de los derechos humanos.
En los tiempos en los que estamos se hace muy necesario promover la memoria histórica y democrática, tanto respecto a la II República como a la guerra civil y larga dictadura franquista, a pesar de que hayan transcurrido 94 años desde la proclamación de la Segunda República o 50 años de la muerte del dictador. Nuestro presente social y político está muy marcado por esos acontecimientos y se muestran de muy diversas formas.
Son varias las razones que obligan a promover la memoria histórica. En primer lugar, la necesidad de contrarrestar la corriente de revisionismo histórico que quiere seguir falseando la realidad de ese período tan importante y trágico de nuestra historia del siglo XX, pretendiendo legitimar el golpe militar y la dictadura desde falsas premisas historiográficas. Ha habido un uso político de la historiografía otorgando una memoria abrumadora de los vencedores y una memoria vencida y humillada de los vencidos: “Gloria a todos los que ganaron la guerra y olvido y tierra para los que la perdieron”. Por otro lado, la memoria histórica por la dignidad y el reconocimiento es muy necesaria por los procesos políticos actuales marcados por la extrema derecha, y aceptados por la derecha, de retroceso en cuanto a esa memoria y la valoración positiva de la dictadura. Las denominadas “leyes de concordia” -mejor de contramemoria- están siendo promovidas en varias Comunidades Autónomas con mayor.a del Partido Popular (1). Los que ahora hablan de concordia son los que siguen considerando que la República fue un error gigantesco, el franquismo el mejor período político del s. XX, y justifican de una u otra manera el golpe de Estado de 1936. España no necesita esa falsa concordia, sino memoria, verdad, justicia y reparación de las víctimas (2).
1. La Segunda República en España
El 14 de abril de 1931, ahora el 94 aniversario, se inició el proyecto reformista de la II República Español: “Una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y justicia” (Artículo 1. de su Constitución). Fue un proyecto de transformación social y política frente al régimen oligárquico, clientelar y caciquil, basado en las instituciones militar y eclesiástica y sostenido por la Monarquía y la dictadura de Primo de Rivera (3). Se produjo una profunda ruptura con el régimen monárquico y con la dictadura de Primo de Rivera (1923–1930), con un enorme apoyo popular. El viejo republicanismo saltó a la palestra y se convirtió en un potente movimiento. Incluso las élites antes monárquicas abandonaron la Monarquía, pero fueron los que posteriormente declararon la República ilegítima. Recordemos las palabras de Manuel Azaña:
Un nuevo régimen se instauró sin causar víctimas ni daños. Una alegría desbordante inundó todo el país. La República venía realmente a dar forma a las aspiraciones que desde los comienzos del siglo trabajaban el espíritu público a satisfacer las exigencias más urgentes del pueblo. Pero el pueblo, excesivamente contento de su triunfo, no veía las dificultades del camino. En realidad, eran inmensas.(4)
El cambio de régimen fue pacífico, a pesar de los mitos generados por las fuerzas reaccionarias, preocupadas por las reformas democráticas y de progreso que se avanzaban: una Constitución democrática, la separación Iglesia–Estado (con libertad de cultos), derechos de matrimonio civil, divorcio y aborto, así como sufragio universal masculino y femenino, elecciones libres y gobiernos representativos y responsables ante el Parlamento, con obediencia a las leyes y a la Constitución; en el ámbito social hay que destacar la Reforma Agraria, la expropiación de los latifundios sin cultivar, la jornada de 8 horas y salario mínimo, así como importantes avances en la Educación y la Sanidad Públicas y en las ciencias, así como las reformas del Ejército y de las relaciones laborales. Se mostraba una fe en el progreso y la transformación política y social. Su normalidad −no exenta de conflictos, como en otros países− se rompió a raíz del golpe militar del 18 de julio de 1936, que originó la Guerra civil, dio lugar a un baño de sangre y propició la implantación de una dictadura opresiva durante cuarenta años.
Una República problemática
La República sufrió las graves contradicciones entre diversos mundos antagónicos –Iglesia y Estado, patrones y trabajadores, educación pública y religiosa, orden y progreso…–, lo que le provoca enormes dificultades, especialmente en el segundo bienio 1933–1935 y como acoso y derribo en 1936; en un contexto europeo, además, en el que varias democracias sucumbieron ante los regímenes fascistas o autoritarios. En esta última etapa “el dinero y el púlpito obraron milagros: el primero sirvió para financiar, entre otras cosas, una influyente red de prensa; desde el segundo, el clero se encargó de unir, más que nunca, la defensa de la religión con la del orden y la propiedad” (5). El integrismo siempre defendió que no podía haber régimen político legítimo que no se basase en la religión católica, que debía permear todo ello, y que se identificaba, como hemos visto en más de una ocasión, con un sistema de monarquía tradicional. Las inmensas perspectivas de cambios políticos, económicos y sociales, pospuestos durante decenios, para poner a España en la senda de la modernidad las truncó el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la guerra que provocó.
Algunos de los mitos mantenidos por amplios sectores de la derecha y ultraderecha
A la ilegitimidad de la República unían, y unen, la legitimidad del golpe militar. Algunos de los mitos y falsedades que difundían y siguen difundiendo:
– El golpe militar era una hazaña heroica de lucha por la Patria frente a la Clase; como decía Pemán, “las masas son cortas de vista y solo perciben los colores crudos: negro y rojo”(6);
– “Una Cruzada contra el comunismo, para salvar la religión, la patria y la familia” (obispo Pla y Deniel, septiembre de 1936),(7); una lucha de “España y la anti–España, la religión y el ateísmo, la civilización cristiana y la barbarie”, como informaba al futuro papa Pacelli el cardenal primado de la Iglesia en España (8);
– Una “Guerra de Liberación” contra el comunismo, lo que en realidad era una respuesta de la oligarquía, los monárquicos y las derechas contra la transformación reformista de la República. La realidad era que las Cortes tuvieron una enorme presencia de socialistas (115 diputados), sobre todo de las zonas del sur latifundista) y de republicanos; las derechas no republicanas solo 50 diputados, pero muy identificados con el latifundismo, la religión y el orden. Y tres mujeres, Clara Campoamor, Margarita Nelken y Victoria Kent. No había una extrema derecha sólida, ni un partido fascista, el PCE no obtuvo ningún diputado (9).
Quiero resaltar dos campos en los que la República destacó por sus importantes avances: La mujer y la educación.
La mujer en la República y algunos aspectos de la represión franquista
En la República se reconocieron muchos de los derechos que las mujeres disfrutan actualmente. El más importante políticamente fue el derecho al sufragio activo femenino, aunque esta reforma estuvo cargada de una amplia discusión (defendido especialmente por la diputada Clara Campoamor frente a las diputadas Victoria Kent y Margarita Nelken), lo que supuso un cambio del papel de la mujer.

Se avanzó. permitiendo el divorcio, la igualdad en la patria potestad, despenalización del adulterio y el aborto, protección a las trabajadoras sexuales e igualdad del acceso de las mujeres a la educación, el trabajo y a cargos públicos, aunque se mantuvieron desigualdades en la práctica. Ese nuevo contexto posibilitó. la formación de asociaciones de mujeres y su amplia participación.
La guerra en las zonas ocupadas por los franquistas y en los años posteriores supusieron un enorme cambio en la situación de las mujeres. Perdieron gran parte de los avances alcanzados y se desarrolló la represión
con un amplio repertorio, que iba de las detenciones hasta el asesinato o el suicidio, el sometimiento a juicios públicos, la represión económica, la deportación o el encarcelamiento, la reeducación (política, religiosa, identitaria), la tortura… Todos ellos, por supuesto, eran mecanismos de violencia también contra hombres, aunque existieron repertorios específicos de castigo femenino: el rapado de pelo, la humillación vinculada a la genitalidad, la exposición pública (los paseos de la vergüenza, el aceite de ricino con sus usos depurativos), el abuso sexual físico y la violación.(10)
La educación en la II República
A pesar de su corta duración, la reforma educativa de la II República logró avances muy significativos. Los pilares sobre los que se asienta. la reforma educativa de la II República fueron en síntesis:
- Laicidad y escuela única: Se separó la Iglesia del Estado y la enseñanza, estableciendo un sistema educativo basado en principios laicos y una escuela pública única.
- Expansión de la escolarización gratuita, obligatoria y coeducativa: Se construyeron miles de nuevas escuelas, se redujo drásticamente el analfabetismo y se promovió la educación mixta.
- Metodologías activas y modernización de los contenidos: Se fomentaron métodos de enseñanza más participativos, como el aprendizaje cooperativo y la experimentación y las ciencias sociales.
- Promoción de la cultura popular: Se fomentó la lectura, el teatro y otras actividades culturales, dirigidas especialmente a las clases trabajadoras.
- Una importante renovación de la formación inicial y continua del profesorado, que dignifica. su papel y su salario como agente de cambio social. Formación basada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza: investigación científica, difusión de la cultura, libertad de cátedra, tolerancia ideológica y religiosa, educación laica y progresista…
Uno de sus mejores aportaciones fueron las Misiones Pedagógicas, cuyo objetivo era llevar la educación y la cultura a las zonas rurales y más desfavorecidas, a través de actividades culturales, recreativas y educativas.
La Segunda República Española dejó un legado educativo que sigue siendo relevante en la actualidad. Por su importancia fue un ámbito prioritario de la represión franquista.
- El golpe militar, la guerra y la represión franquista hasta los años 60.
El golpe militar tenía claro el establecimiento de una dictadura militar desde antes de iniciarse. Franco recogía la idea de que la reconstrucción de España “hemos de iniciarla exclusivamente los militares: nos corresponde por derecho propio”(11). El enfoque militar estaba muy marcado por la guerra colonial en el Rif marroquí, incluso con fuerzas de la Legión y los “regulares” (integradas por marroquíes). El cambio de régimen supuso una clara y decidida destrucción de la República en todos sus aspectos, lo que afectaba claramente a los ámbitos de la mujer, la educación y los derechos laborales de campesinos y obreros, así como todo el entramado institucional conformado en el período republicano.
La represión sangrienta se fue realizando en las zonas ocupadas por las fuerzas franquistas, especialmente por la intervención de las huestes del partido fascista Falange: ejecuciones sumarias (“paseos”) y fosas comunes, detenciones arbitrarias y torturas contra personas consideradas «enemigas» del nuevo régimen: políticos de izquierda, sindicalistas, intelectuales, maestros, etc., como medidas de “normalización”. A medida que el bando franquista consolidaba su control territorial, la represión se fue “institucionalizando” a través de tribunales militares y otras instituciones (12). Unos de los hechos más destacados de la represión fueron los asesinatos masivos de Badajoz, el bombardeo de Guernica y la masacre de la población que huía de Málaga a Almería (La desbandá) (13). Se crearon, además, más de 300 campos de concentración y trabajo forzado por toda España (14), cuya función primordial era la de recluir y castigar a “desafectos”, prisioneros de guerra republicanos, así como infundir terror y desmantelar cualquier forma de resistencia. Los prisioneros eran sometidos a trabajos forzados en la reconstrucción de infraestructuras, minería y otros proyectos del régimen. Estos campos funcionaron desde el inicio de la sublevación hasta finales de los años 60 y encerraron entre 700.000 y un millón de españoles, pasando una media de 5 años en ellos. Hay que tener en cuenta también el enorme contingente de refugiados. El 9 de marzo de 1939 se cifra en 440.000 refugiados en Francia, de los que 170.000 eran mujeres, niños y ancianos; 220.000 soldados o milicianos, 40.000 invitados y 10.000 heridos. Unos 275.000 españoles pasaron por los campos de internamiento franceses. A ellos hay que sumar los exiliados en Sudamérica y norte de África (15).
Las décadas de los 60 y 70 no estuvieron exentos de represión franquista, pues los servicios secretos y el Tribunal de Orden Público la continuaron de una manera más selectiva para frenar el auge del movimiento obrero, popular y estudiantil. Los asesinatos continuaron y hay que recordar los 273 cometidos desde 1975 al 1981 por fuerzas policiales y de extrema derecha (16), envalentonados para frenar las cada vez más frecuentes y numerosas movilizaciones populares. Se destaca la Semana Negra de Madrid en enero de 1977 en la que murieron Arturo Ruiz el 23, María Luz Nájera el 24 y esa misma noche la Matanza de Atocha de 5 abogados laboralistas y otros cuatro heridos graves; un mes antes, el 15 de diciembre, murió Ángel Almazán de una brutal paliza de la policía (contexto que refleja la película Las armas no borrarán tu sonrisa, de Adolfo Dufour, 2024).
Toda esta represión durante la Transición pone en duda el carácter de modélica que se le ha venido adjudicando. La lucha por las libertades y la democracia estuvo cargada de sangre y tuvo un papel determinante en el proceso del cambio.